20.1.08

De vuelta a mi viejo, pero no tan viejo hogar.


A mi llegada reconocí el ambiente y me sentí tranquila, relajada. Respiré y disfruté mi alrededor. En el trayecto del metro del aeropuerto al centro, yo no era una viajera sino una simple espectadora. Había un asiento desocupado enfrente de mí. Unos instantes después, un hombre de tez morena, estatura baja y con rasgos andinos se sentó ahí. Sus ropas eran de un trabajador de la constucción, su aspecto cansado pero de esas personas que la naturaleza las han hecho sabias. Me pareció que sentía que cargaba el mundo sobre sus hombros, sí, como el Apolo, pero en este caso parecía que él no podía con el peso. El hombre empezó a mirarse las manos, como explorandolas, de un lado y del otro, por el frente y las palmas. Se las frotaba y las tocaba. Sus manos eran grandes y gruesas, de esas manos que son fuertes, ásperas, consistentes para el trabajo duro manual, talvez trabajó en el campo. Cuando se las tocaba, parecía por su cara que le dolían, que sus herramientas de trabajo no le estaban respondiendo como antes. Que esas manos le sostenían a él y a toda su familia, Parecía que les agradecía y les hablaba "respondanme como antes, más en estos momentos, con la edad que tengo y en un país que no es el mío, en el que busco una vida mejor de la que tenía de donde provengo". Me pareció profunda la conexión. Creo que empezaré a comunicarme con mi cuerpo.


2 comments:

Anonymous said...

me meto a dejarte un comment y ahora no me sale qué decir... :S

Me ha pasado también. De la misma manera y de distinta manera y a veces, he sido yo el hombre andino que se mira las manos pidiendo que respondan como antes.

besos

Anonymous said...

lo, soy otra vez yo (pero unos cuantos días después del msn anterior) ¿que pasó? bueno te mando un mail.
Un abrazo